Miguela, te acabas de separar de nosotros por un instante para que veamos tu grandeza, para que tengamos la capacidad de reconocer la dimensión de tu holgura y la inmensidad de tu abrazo.
¡Qué privilegio haber podido tenerte cerca! ¡Qué orgullo saber que podemos llamarnos eternamente compañeros! ¡Qué lujo disfrutar de tu alegría! ¡Qué emoción vivir tu energía valiente y contagiosa!
Solo pido a nuestros dioses que tengamos la suerte de saber sentirte siempre en la memoria, y que cada vez que leamos un verso, cada vez que cantemos a voz en grito, cada vez que brindemos, tengamos la fe que tú tenías en la vida y en el amor a los demás.
Miguela, compañera. Siempre.