Alumnas ganadoras de 2º de secundaria
PRIMER PREMIO. PAULA GRANADOS RONCERO.
EL
ÚLTIMO BAILE
Entre
en la habitación con miedo. Empecé a palpar la pared buscando el
interruptor. Una luz se encendió al fondo de la habitación.
La
estancia consistía en una mesa con un espejo rodeado de bombillas,
una silla a un lado y otra enfrente, dos ventanas pequeñas y unas
cortinas que debieron de ser rosas. Todo aquello estaba estropeado,
roto, gastado, parecía que nadie hubiese entrado ahí desde hace
mucho tiempo. ¡PUMM!, la puerta se cerro de golpe, no entendía
cómo, se suponía que estaba sola en aquella casa, o eso creía.
Volví a mirar, la luz se había apagado. Intente volver a encenderla
pero no funcionaba. Estaba asustada, abrí la puesta como pude y salí
de allí corriendo.
Llegue
a unas escaleras y empecé a bajarlas. La luz se encendió de nuevo.
Me encontraba en una especie de salón de baile. Había una mesa
larguísima rodeada de sillas y con comida; y al otro lado unos
instrumentos y en el techo una lámpara de araña preciosa. Esa
habitación no tenia comparación con la anterior, estaba en buen
estado, todo nuevo como si fuera a ver una fiesta, este mismo día.
Una
música empezó a sonar, no sabía de donde procedía, entonces me
giré y vi los instrumentos, los mire y estaban sonando, era como si
fantasmas moviesen los arcos, y tocasen las teclas. El corazón me
iba a mil, quería salir de allí cuanto antes.
Escuche
un ruido, alguien estaba bajando las escaleras, me di la vuelta
temiendo encontrarme algo o alguien indeseado, y así fue. Era un
muchacho más o menos de mi edad, con la piel blanca, excepto por sus
muñecas, cuello y tobillos los cuales estaban rodeados de una línea
roja de sangre, como si hubiese estado encadonado por esas partes.
Sonrió, una sonrisa repugnante, tenía los dientes tan negros como
sus ojos. Tenía miedo, y fui alejandome poco a poco. ¡PARA! Me
ordeno. Quise correr pero estaba demasiado asustada, mis piernas no
reaccionaban. Como la velocidad de la luz aquel muchacho se puso a
pocos centímetros de mí. -¡Lucia, ven a bailar! dijo cogiéndome
la mano, pero la aparte antes de que la cogiese y no sé si hice bien
porque volvió a gritar - LUCIA ¡VEN A BAILAR!
Una
lagrima se resbalo por mi mejilla temía morir, que él me matase.
Pero algo hizo que se alejase de mí.
-
¿Con que no quieres bailar? Dijo con una sonrisa tenebrosa.
Un
charco negro se hizo en sus pies, aproveche para salir corriendo,
pero la masa negra me cogió, no podía moverme, empezó a subir por
mis piernas, luego mis hombros hasta llegar a mi boca, me asfixiaba
intente moverme, pero era incapaz.
Unos
golpes en la puerta empezaron a sonar, alguien estaba intentando
abrirla y lo consiguió. Mi amigo Marcos, no me acordaba, fui con él
a investigar aquella casa, tan extraña.
-
¿Lucia estas bien?
Mire
a mi alrededor la masa había desaparecido con el muchacho; la música
se esfumó y toda la comida que había en la mesa ya no estaba. Aquel
salón tan elegante, se había convertido en un salón polvoriento y
estropeado. Mire al techo y la lámpara no estaba. Se encontraba a mi
lado hecha añicos, todos los cristales se repartían por la sala, no
comprendía nada y seguía asustada.
Marcos
y yo salimos de la casa, me di la vuelta para echar un último
vistazo. Y por una de las ventana rotas, vi a aquel muchacho, con su
maldita sonrisa y sus dientes negros, que me saludaba.
SEGUNDO PREMIO. SARA CONDE MORILLO.
ATRACCIÓN
MORTAL
Mi
hermana Ángela y yo, impacientes aguardábamos la llegada de
nuestros
padres. Esta tarde nos marchábamos de camping. Era festivo
por el puente de los Santos.
Por
fin en el coche. No tardaría en asomar la luna por el perfil de las
montañas que
cada vez estaban más cerca. Detrás de ellas, nos
decía papá, está el camping. En poco
más de dos horas estaremos
allí.
Eran
casi las diez cuando nuestro coche aparcaba a la puerta de un caserón
antiguo. Parecía un castillo. Entramos en la recepción y ¡¡¡vaya
sorpresa!!!Del techo
colgaban murciélagos y arañas, sobre el
mostrador,que era un gran ataúd, calabazas de
ojos verdes,fantasmas
y esqueletos en cada rincón. Entre telarañas, las
recepcionistas,Ana y Teresa dos brujas que daban miedo. Ellas nos
informaron de que
esta noche se celebraba en el camping “La noche
del terror”.Empezaría a medianoche.
Ángela
y yo no nos lo podíamos creer, la noche de Halloween en medio de un
bosque y
durmiendo en una tienda de campaña. Esto prometía;así que
nos dimos prisa en ayudar
a instalarnos y convencimos a nuestros
padres para que nos compraran en la tienda del
camping algún
disfraz y complementos para esa terrorífica fiesta. Ángela quiso
uno de
esqueleto y una guadaña; yo, sería una malvada bruja con
escoba y sombrero.
Las
doce campanadas sonaban y daba comienzo la ruta del terror.
Todo el
grupo de participantes, casi todos jóvenes, estábamos a la puerta
de
recepción. Echamos a andar y el primer susto nos lo llevamos al
pasar por entre unos
árboles porque empezaron a caer arañas sobre
nuestras cabezas y a colgar de sus ramas
fantasmas
iluminados.¡!Qué susto!.Yo me agarré fuerte a mi hermana. Ella se
reía,como
no le daba miedo. El camino hacia una casa abandonada fue
de pánico: aullidos de
lobos, voces como de ultratumba y de vez en
cuando, muertos vivientes con un cuchillo en
la cabeza ensangrentada
salían a nuestro encuentro.Los gritos y las risas se
mezclaban. Yo
reía poco.
Llegamos
al patio de esa casona y en medio vimos un pozo.El monitor que nos
acompañaba nos dijo que había una leyenda que contaba que si había
luna llena el día
de Halloween y mirabas en el pozo el reflejo de
la luna, te quedabas atrapado en él hasta
que al año siguiente
alguien mirara y entonces te salvaría. Sentí un escalofrío que
hizo
que me alejara de ese lugar. Nadie quiso asomarse. Bueno, costó
convencer a Ángela para
que no se asomara. Le parecía una tontería
la historia, una leyenda nada real, repetía.
Seguimos
el recorrido. Ahora habría que elegir una pareja para un juego. Miré
a mi
lado para coger la mano de mi hermana, ella sería mi pareja.
No estaba conmigo. La
busqué y la llamé pero nada. No la
encontraba. El resto del grupo intentó tranquilizarme.
Te
estará gastando una broma, me decían. Pero yo estaba cada vez más
nerviosa. Ángela
no me haría esto, sabe que no me gustan estas
bromas.
El
monitor decidió que volveríamos a ver si se había perdido por la
oscuridad desde la
casona, aunque era difícil no ver el camino, la
luna llena alumbraba como una gran
linterna. Gracias a ella pudimos
distinguir pronto sobre el pozo un disfraz y una
guadaña. Nos
acercamos. Sobre él, temblando, leí una nota:
“
Te
espero en lo más profundo del pozo hasta el año que viene”.
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