miércoles, 22 de noviembre de 2017

RELATOS GANADORES DEL CONCURSO "HISTORIAS PARA NO DORMIR"

Alumnas ganadoras de 2º de secundaria
PRIMER PREMIO.  PAULA GRANADOS RONCERO.


EL ÚLTIMO BAILE
Entre en la habitación con miedo. Empecé a palpar la pared buscando el interruptor. Una luz se encendió al fondo de la habitación.
La estancia consistía en una mesa con un espejo rodeado de bombillas, una silla a un lado y otra enfrente, dos ventanas pequeñas y unas cortinas que debieron de ser rosas. Todo aquello estaba estropeado, roto, gastado, parecía que nadie hubiese entrado ahí desde hace mucho tiempo. ¡PUMM!, la puerta se cerro de golpe, no entendía cómo, se suponía que estaba sola en aquella casa, o eso creía. Volví a mirar, la luz se había apagado. Intente volver a encenderla pero no funcionaba. Estaba asustada, abrí la puesta como pude y salí de allí corriendo.
Llegue a unas escaleras y empecé a bajarlas. La luz se encendió de nuevo. Me encontraba en una especie de salón de baile. Había una mesa larguísima rodeada de sillas y con comida; y al otro lado unos instrumentos y en el techo una lámpara de araña preciosa. Esa habitación no tenia comparación con la anterior, estaba en buen estado, todo nuevo como si fuera a ver una fiesta, este mismo día.
Una música empezó a sonar, no sabía de donde procedía, entonces me giré y vi los instrumentos, los mire y estaban sonando, era como si fantasmas moviesen los arcos, y tocasen las teclas. El corazón me iba a mil, quería salir de allí cuanto antes.
Escuche un ruido, alguien estaba bajando las escaleras, me di la vuelta temiendo encontrarme algo o alguien indeseado, y así fue. Era un muchacho más o menos de mi edad, con la piel blanca, excepto por sus muñecas, cuello y tobillos los cuales estaban rodeados de una línea roja de sangre, como si hubiese estado encadonado por esas partes. Sonrió, una sonrisa repugnante, tenía los dientes tan negros como sus ojos. Tenía miedo, y fui alejandome poco a poco. ¡PARA! Me ordeno. Quise correr pero estaba demasiado asustada, mis piernas no reaccionaban. Como la velocidad de la luz aquel muchacho se puso a pocos centímetros de mí. -¡Lucia, ven a bailar! dijo cogiéndome la mano, pero la aparte antes de que la cogiese y no sé si hice bien porque volvió a gritar - LUCIA ¡VEN A BAILAR!
Una lagrima se resbalo por mi mejilla temía morir, que él me matase. Pero algo hizo que se alejase de mí.
- ¿Con que no quieres bailar? Dijo con una sonrisa tenebrosa.
Un charco negro se hizo en sus pies, aproveche para salir corriendo, pero la masa negra me cogió, no podía moverme, empezó a subir por mis piernas, luego mis hombros hasta llegar a mi boca, me asfixiaba intente moverme, pero era incapaz.
Unos golpes en la puerta empezaron a sonar, alguien estaba intentando abrirla y lo consiguió. Mi amigo Marcos, no me acordaba, fui con él a investigar aquella casa, tan extraña.
- ¿Lucia estas bien?
Mire a mi alrededor la masa había desaparecido con el muchacho; la música se esfumó y toda la comida que había en la mesa ya no estaba. Aquel salón tan elegante, se había convertido en un salón polvoriento y estropeado. Mire al techo y la lámpara no estaba. Se encontraba a mi lado hecha añicos, todos los cristales se repartían por la sala, no comprendía nada y seguía asustada.
Marcos y yo salimos de la casa, me di la vuelta para echar un último vistazo. Y por una de las ventana rotas, vi a aquel muchacho, con su maldita sonrisa y sus dientes negros, que me saludaba.
 SEGUNDO PREMIO. SARA CONDE MORILLO.
ATRACCIÓN MORTAL

Mi hermana Ángela y yo, impacientes aguardábamos la llegada de nuestros padres. Esta tarde nos marchábamos de camping. Era festivo por el puente de los Santos.
Por fin en el coche. No tardaría en asomar la luna por el perfil de las montañas que cada vez estaban más cerca. Detrás de ellas, nos decía papá, está el camping. En poco más de dos horas estaremos allí.
Eran casi las diez cuando nuestro coche aparcaba a la puerta de un caserón antiguo. Parecía un castillo. Entramos en la recepción y ¡¡¡vaya sorpresa!!!Del techo colgaban murciélagos y arañas, sobre el mostrador,que era un gran ataúd, calabazas de ojos verdes,fantasmas y esqueletos en cada rincón. Entre telarañas, las recepcionistas,Ana y Teresa dos brujas que daban miedo. Ellas nos informaron de que esta noche se celebraba en el camping “La noche del terror”.Empezaría a medianoche.
Ángela y yo no nos lo podíamos creer, la noche de Halloween en medio de un bosque y durmiendo en una tienda de campaña. Esto prometía;así que nos dimos prisa en ayudar a instalarnos y convencimos a nuestros padres para que nos compraran en la tienda del camping algún disfraz y complementos para esa terrorífica fiesta. Ángela quiso uno de esqueleto y una guadaña; yo, sería una malvada bruja con escoba y sombrero.
Las doce campanadas sonaban y daba comienzo la ruta del terror. Todo el grupo de participantes, casi todos jóvenes, estábamos a la puerta de recepción. Echamos a andar y el primer susto nos lo llevamos al pasar por entre unos árboles porque empezaron a caer arañas sobre nuestras cabezas y a colgar de sus ramas
fantasmas iluminados.¡!Qué susto!.Yo me agarré fuerte a mi hermana. Ella se reía,como no le daba miedo. El camino hacia una casa abandonada fue de pánico: aullidos de lobos, voces como de ultratumba y de vez en cuando, muertos vivientes con un cuchillo en la cabeza ensangrentada salían a nuestro encuentro.Los gritos y las risas se mezclaban. Yo reía poco.
Llegamos al patio de esa casona y en medio vimos un pozo.El monitor que nos acompañaba nos dijo que había una leyenda que contaba que si había luna llena el día de Halloween y mirabas en el pozo el reflejo de la luna, te quedabas atrapado en él hasta que al año siguiente alguien mirara y entonces te salvaría. Sentí un escalofrío que hizo que me alejara de ese lugar. Nadie quiso asomarse. Bueno, costó convencer a Ángela para que no se asomara. Le parecía una tontería la historia, una leyenda nada real, repetía.
Seguimos el recorrido. Ahora habría que elegir una pareja para un juego. Miré a mi lado para coger la mano de mi hermana, ella sería mi pareja. No estaba conmigo. La busqué y la llamé pero nada. No la encontraba. El resto del grupo intentó tranquilizarme.
Te estará gastando una broma, me decían. Pero yo estaba cada vez más nerviosa. Ángela no me haría esto, sabe que no me gustan estas bromas.
El monitor decidió que volveríamos a ver si se había perdido por la oscuridad desde la casona, aunque era difícil no ver el camino, la luna llena alumbraba como una gran linterna. Gracias a ella pudimos distinguir pronto sobre el pozo un disfraz y una guadaña. Nos acercamos. Sobre él, temblando, leí una nota:
Te espero en lo más profundo del pozo hasta el año que viene”.

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